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© 2025. Hernán Rodríguez

Guerra comercial

Washington transforma las negociaciones en exigencias unilaterales a Europa

Las relaciones transatlánticas atraviesan un momento de fricción creciente. Bajo la apariencia de negociaciones diplomáticas, Estados Unidos ha intensificado su presión sobre varios países europeos, especialmente sobre España, con exigencias directas que afectan a su autonomía regulatoria, fiscal y estratégica. Las recientes declaraciones de altos funcionarios estadounidenses y las medidas aplicadas en sectores clave, como defensa, tecnología o regulación digital, configuran un escenario en el que las “conversaciones” bilaterales parecen orientarse más hacia la imposición que hacia el acuerdo.

Tensiones en torno a la defensa y la fiscalidad digital

En el comunicado oficial emitido tras la reunión entre el secretario del Tesoro de EE. UU., Scott Bessent, y el ministro español de Economía, Carlos Cuerpo, Washington reclamó a España un aumento del gasto militar en el marco de la OTAN y la eliminación del impuesto sobre los servicios digitales, también conocido como tasa Google.

El tono del comunicado difiere notablemente del lenguaje habitual en estas ocasiones: no se incluyeron expresiones protocolarias como “cooperación mutua” o “intereses comunes”, presentes en otros encuentros del Tesoro estadounidense con países como Francia, Alemania o Jordania.

El contraste con la valoración que ofreció el propio ministro español al término de la reunión evidencia la disparidad de perspectivas. Mientras Carlos Cuerpo habló de una “reunión muy constructiva”, el resumen estadounidense empleó un lenguaje frío y directo, omitiendo cualquier mención a la voluntad de llegar a acuerdos. Esta diferencia de narrativas sugiere que las prioridades estadounidenses se imponen como condiciones, sin dejar espacio para una interlocución equilibrada.

Críticas a las regulaciones culturales y comerciales españolas

La presión estadounidense se ha extendido también al terreno normativo. En un informe de 397 páginas elaborado por la administración de Donald Trump, España aparece citada como ejemplo de país con barreras no arancelarias, especialmente en lo relativo a regulaciones audiovisuales, ayudas a la industria aeronáutica, políticas farmacéuticas y la fiscalidad digital.

Estados Unidos reprocha las cuotas de contenido europeo en plataformas de streaming como Netflix, así como la normativa que favorece la exhibición de películas en lenguas cooficiales. Estas medidas, que buscan proteger la diversidad cultural y fomentar la producción audiovisual local, son interpretadas por Washington como trabas injustificadas al comercio.

En el mismo documento, se critica también el trato regulatorio a las empresas farmacéuticas, el régimen de ayudas a Airbus —un asunto recurrente en los litigios comerciales entre EE. UU. y la UE— y las limitaciones a la propiedad extranjera en medios de comunicación. Pese a que estas políticas son compartidas por otros países europeos, España figura destacadamente en varios apartados del informe, lo que refuerza la percepción de que se encuentra bajo un escrutinio singular.

La dimensión tecnológica: el caso Nvidia

El ámbito tecnológico no ha escapado a esta dinámica. Las recientes restricciones impuestas por la administración Trump a la venta del chip H20 de Nvidia en China han tenido un impacto inmediato: la empresa estadounidense anunció que registrará hasta 5.500 millones de dólares en pérdidas por la imposibilidad de exportar dicho producto, diseñado específicamente para cumplir con las anteriores restricciones. La medida, que afecta a la cadena global de suministro de semiconductores, ilustra cómo las decisiones de Washington reconfiguran los mercados tecnológicos sin consenso con sus aliados.

Además, esta política tiene efectos indirectos sobre Europa. Las tensiones entre EE. UU. y China están condicionando las relaciones comerciales del continente con ambos bloques, y obligan a los países europeos a posicionarse en cuestiones estratégicas. Las presiones para que Europa elija entre EE. UU. y China, expresadas por el presidente de la FCC, Brendan Carr, reflejan una lógica de alineamiento que condiciona la soberanía tecnológica y diplomática de los países europeos.

El dilema de “elegir bando” y su implicación para Europa

La retórica adoptada por diversos representantes del gobierno estadounidense sugiere que Europa debe optar entre una relación alineada con Estados Unidos o un acercamiento hacia China. Esta narrativa binaria no contempla la posibilidad de una política exterior autónoma por parte de la Unión Europea, ni reconoce la complejidad de las relaciones económicas y tecnológicas actuales. Declaraciones como las de Carr —“Es el momento de elegir”— subrayan esta lógica de presión que se aleja de la diplomacia convencional.

Estas declaraciones se producen mientras EE. UU. continúa instrumentalizando a sus grandes empresas tecnológicas en su política exterior. Casos como el de Starlink, al que se ha vinculado como moneda de cambio en las negociaciones con Ucrania, plantean dudas sobre la fiabilidad de estas compañías como socios internacionales. La propia Nvidia ha sido utilizada como herramienta en la confrontación con China, lo que refuerza la percepción de que la política comercial de EE. UU. ha dejado de estar basada en principios multilaterales.

Una estrategia basada en la asimetría

El patrón que se dibuja a partir de los distintos episodios es coherente con una estrategia de presión sostenida. Las exigencias a España para que aumente el gasto en defensa —a pesar de que EE. UU. mantiene un superávit comercial con el país—, las críticas a regulaciones culturales internas o las demandas para que se retiren impuestos digitales compartidos por varios países europeos no se presentan como propuestas de negociación, sino como condiciones a cumplir.

La reacción española, marcada por la prudencia diplomática, contrasta con la contundencia del lenguaje utilizado por el Departamento del Tesoro estadounidense. Esta asimetría en el tratamiento de los interlocutores es un rasgo característico de la actual política exterior estadounidense, que combina presión comercial, condicionamientos tecnológicos y exigencias estratégicas.

El riesgo de ceder ante una dinámica expansiva

Desde una perspectiva conductual, puede establecerse un paralelismo con modelos de interacción en los que una parte utiliza tácticas coercitivas de forma recurrente para obtener ventajas. Ceder ante estas imposiciones puede no limitarse a resolver un conflicto concreto, sino sentar un precedente que incentive nuevas exigencias. El concepto de «refuerzo negativo» aplicado a las relaciones internacionales sugiere que la complacencia ante un actor dominante puede consolidar una dinámica de imposiciones sucesivas.

España y Europa enfrentan así el desafío de mantener su soberanía regulatoria y sus prioridades estratégicas sin deteriorar las relaciones con un aliado histórico. Pero para ello será necesario establecer límites claros y mecanismos de respuesta coordinada que impidan que las “negociaciones” se conviertan en un canal de imposición sistemática.

Preservar la autonomía en un entorno geopolítico polarizado

Las recientes actuaciones de Estados Unidos no son meramente diplomáticas ni puntuales; forman parte de una estrategia más amplia que busca condicionar las decisiones internas de sus socios bajo el argumento de la seguridad y los intereses comunes. En este contexto, resulta fundamental que Europa actúe con unidad, claridad y determinación para evitar que las relaciones transatlánticas evolucionen hacia un modelo de subordinación. El equilibrio solo será posible si las conversaciones se producen en condiciones de igualdad y respeto mutuo.

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