Alien: Earth y los dilemas de un futuro demasiado cercano
Spoiler alert: este artículo comenta escenas y detalles clave del episodio 4 de Alien: Earth. Si aún no has visto la serie y prefieres descubrirla sin adelantos, quizá quieras volver más adelante.
Reconozco que me acerqué a Alien: Earth con las expectativas muy bajas. Las adaptaciones televisivas de grandes franquicias suelen perder fuerza, y en muchas ocasiones el norte (no quiero hablar de Fundación) y en este caso temía encontrarme con un refrito más de ciencia ficción.
Sin embargo, la sorpresa ha sido mayúscula. La serie no solo mantiene un nivel de producción muy alto, escenarios cuidados, atmósfera opresiva, un ritmo que combina terror con reflexión, sino que, además, introduce un argumento sólido y valiente que se atreve a plantear preguntas incómodas.
Tres de los temas que más me han atrapado son, por un lado, la sustitución de la democracia por el gobierno de “los Cinco”; por otro, el transhumanismo llevado hasta sus últimas consecuencias; y finalmente, el retrato de Boy Kavalier, un CEO que resulta inquietantemente familiar por su mezcla de carisma visionario y despreocupación ética, un perfil que inevitablemente recuerda a ciertos líderes de la Big Tech actual.
El fracaso de la democracia y el poder de las corporaciones
En el episodio 4 Observation, se menciona que en el pasado la humanidad solía votar a sus líderes, pero ese sistema “no funcionó”. En su lugar, cinco megacorporaciones globales —los llamados “Cinco”, asumieron el control, dividiéndose el planeta como si fuera un tablero de juego. Lo más inquietante es que en la serie este modelo no aparece cuestionado: los personajes lo aceptan como la normalidad de su tiempo, un orden político establecido y reconocido.
Ese detalle es lo que realmente me inquieta. No se presenta como una distopía contra la que luchar, sino como una realidad ya consolidada, interiorizada por quienes viven en ella. Y ahí surge la reflexión: si hoy muchas decisiones clave ya dependen de gigantes tecnológicos y financieros, ¿qué nos separa de un escenario en el que la soberanía democrática quede completamente subordinada al interés corporativo? La ficción lo muestra con naturalidad, pero su eco resuena peligrosamente cerca de nuestra realidad.
Transhumanismo: la promesa (y el trauma) de la inmortalidad
El otro gran eje es el transhumanismo. En este universo, la inmortalidad no se busca a través de la medicina, sino transfiriendo la conciencia humana a cuerpos sintéticos. Así surgen los híbridos, seres atrapados entre dos realidades: la mente humana de un niño y la apariencia física de un adulto.
La serie retrata con crudeza los dilemas que esto provoca a través de escenas muy potentes. Wendy, la protagonista, aparece jugando con un muñeco infantil, un gesto que revela que, pese a su cuerpo adulto, su identidad real sigue siendo la de una niña. Es un recordatorio brutal de la infancia robada, de la vida tratada como un recurso tecnológico. La escena se sitúa en la playa, un lugar asociado a la libertad y la inocencia, que aquí se convierte en un espacio de alienación: ni humana, ni sintética, ni natural, Wendy queda atrapada en un limbo existencial.
Otro híbrido, Nibs, llega a declarar que está embarazado. El cuerpo sintético lo hace imposible, pero él lo vive como una verdad subjetiva, hasta el punto de entrar en un estado de agitación violenta. Ese delirio revela el trauma profundo de habitar un cuerpo que no corresponde a su mente ni a su experiencia vital. Si Wendy manifiesta su fractura a través del juego infantil, Nibs lo hace mediante un simulacro corporal que desborda la lógica biológica.
Ambos casos muestran que la inmortalidad prometida por la tecnología tiene un coste humano incalculable. La transferencia de la conciencia no trae plenitud, sino desarraigo y sufrimiento. La serie plantea así una pregunta incómoda: ¿qué significa ser humano cuando tu memoria y tu identidad se convierten en mercancía, moldeada por intereses corporativos?
Y, como derivada, introduce otra reflexión inquietante a través de un diálogo entre híbridos: ¿qué es una máquina cuando deja de ser una máquina?. La frase cuestiona la frontera misma entre lo humano y lo artificial: ¿en qué momento una creación tecnológica adquiere un estatus diferente, deja de ser “objeto” y se convierte en “sujeto”?
Kavalier, el arquetipo del CEO mesiánico
El tercer gran eje de Alien: Earth es el personaje de Boy Kavalier, CEO de Prodigy y uno de los “Cinco” que dominan el mundo. La serie lo presenta como un líder carismático, con un discurso que oscila entre la visión tecnológica y la indiferencia ética. Su forma de hablar, de prometer un futuro brillante mientras juega con experimentos peligrosos, recuerda inevitablemente a ciertos perfiles de la Big Tech actual.
En él encontramos rasgos de los grandes ejecutivos de nuestro tiempo: el tono mesiánico y autopromocional de Elon Musk, la obsesión por el control total que se asocia a Mark Zuckerberg, y la capacidad de convertir cualquier avance en parte de una narrativa de progreso inevitable. Kavalier no es solo un antagonista: es un arquetipo del CEO convertido en soberano, alguien que ya no responde ante gobiernos ni ciudadanos, sino únicamente ante su propia visión del futuro.
Este retrato funciona como espejo y advertencia. Nos invita a preguntarnos: ¿hasta qué punto las figuras que hoy admiramos, o criticamos, por su capacidad de moldear industrias enteras podrían acabar pareciéndose a los líderes corporativos que la ficción nos muestra como dueños del destino colectivo?
¿Hacia qué sociedad nos llevaría?
Lo fascinante de Alien: Earth es que no ofrece respuestas fáciles. Solo plantea un espejo (black mirror?) en el que mirarnos. ¿Qué pasaría si la búsqueda de la inmortalidad terminara por deshumanizarnos? ¿Qué tipo de sociedad surge cuando el poder político ya no pertenece a los ciudadanos, sino a un puñado de empresas con intereses propios?
Más allá del terror y la acción, la serie se convierte en una advertencia. Nos recuerda que los futuros distópicos no aparecen de la nada: se construyen a partir de pequeñas renuncias, de ceder terreno en nombre de la comodidad, la eficiencia o el progreso.
Y quizá por eso Alien: Earth funciona tan bien: porque nos hace pensar que ese futuro no está tan lejos como querríamos.
