La tecnología como religión moderna: un análisis crítico de su impacto social
La tecnología, que alguna vez fue una herramienta para mejorar la vida humana, ha adoptado un papel casi religioso en la sociedad actual. Esta transformación plantea preocupaciones éticas y filosóficas, según Greg Epstein, autor de Tech Agnostic: How Technology Became the World’s Most Powerful Religion, and Why It Desperately Needs a Reformation .
La tecnología ha superado el papel de una simple industria
Epstein argumenta que la tecnología ya no es solo una industria, sino un fenómeno omnipresente que afecta a todos los sectores. En términos de influencia, se compara con una religión global. Las cifras lo respaldan: miles de millones de usuarios interactúan diariamente con dispositivos y plataformas tecnológicas, con una devoción que se asemeja a la práctica religiosa.
Si un culto emergente atrajera tantos seguidores y recursos económicos como el que ha conseguido la tecnología, sería objeto de escrutinio. Sin embargo, la sociedad parece aceptar esta nueva devoción sin cuestionamientos profundos, lo que lleva a Epstein a proponer un análisis crítico de este fenómeno.
Las ideas detrás de las grandes empresas tecnológicas
Epstein destaca que algunas de las ideas que dominan el panorama tecnológico tienen un carácter casi teológico. Un ejemplo es la fundación de la religión Way of the Future por Anthony Levandowski, un exingeniero de Google. Este movimiento promueve la veneración de una deidad basada en inteligencia artificial (IA), justificando la idea de que los humanos deben prepararse para adorar a un futuro dios digital.
Además, conceptos como la Singularidad, popularizados por Ray Kurzweil, reflejan aspiraciones casi mesiánicas. Esta idea predice que los avances tecnológicos permitirán superar la muerte, sugiriendo que la vida solo encontrará su verdadero significado a través de la tecnología. Tales afirmaciones generan preguntas sobre su impacto en la ética y la filosofía.
La necesidad de un pensamiento crítico
Epstein subraya la importancia de cuestionar las narrativas que Big Tech promueve para justificar su influencia. Por ejemplo, Nick Bostrom, en su ensayo Astronomical Waste, afirma que retrasar el desarrollo tecnológico implica sacrificar vidas hipotéticas en el futuro. Esta idea, replicada en el Techno-Optimist Manifesto de Marc Andreessen, sostiene que ralentizar el progreso de la IA equivale a un genocidio tecnológico.
Este tipo de pensamiento, según Epstein, desvía la atención de problemas tangibles como el impacto ambiental de la IA y su potencial para desestabilizar la democracia mediante la desinformación. La crítica se centra en cómo estas creencias, presentadas como inevitables, inhiben un análisis más amplio de sus consecuencias sociales y ambientales.
Un renacimiento del agnosticismo tecnológico
Frente a estas tendencias, Epstein aboga por un enfoque humanista basado en el agnosticismo. Reconocer las limitaciones humanas y aceptar la incertidumbre puede conducir a decisiones más éticas y equilibradas. En un mundo donde los sistemas tecnológicos pretenden ofrecer respuestas absolutas, el autor destaca el valor de admitir que no siempre conocemos la mejor solución.
Este enfoque fomenta un diálogo más reflexivo sobre cuestiones fundamentales, como la gobernanza tecnológica y su impacto en la diversidad social.
La tecnología como herramienta, no como dogma
Epstein concluye que es necesario devolver a la tecnología su papel como herramienta al servicio de la humanidad, en lugar de elevarla a la categoría de entidad trascendental. Reconocer nuestra imperfección y mortalidad es esencial para preservar la humanidad frente a las promesas utópicas de un futuro tecnológicamente perfecto.
El autor invita a una revalorización de lo humano: nuestras limitaciones, emociones y capacidad de amar deben guiar el uso de la tecnología, evitando que esta se convierta en un fin en sí misma.